2014: Año de luto para la dirección orquestal
“La ley básica de la música es el eterno devenir, el desarrollo perpetuo, igual que el universo no deja nunca de transformarse y renovarse.” (Gustav Mahler)
Reconozco que no tengo datos para saber si la Sra. Parca se ha empleado más, en años anteriores, que en 2014 contra la dirección orquestal mundial; de cualquier forma, ese año, se hizo notar.
Nada más comenzar el año, concretamente el 20 de Enero, flotando aún en el aire los olores navideños, iniciaba la Señora su rutinario, pertinaz y triste trabajo apartándonos del milanés Claudio Abbado.
Tras tomarse unas vacaciones de casi cinco meses, el 11 de junio volvía con más fuerza aún para llevarse a Rafael Fruhbeck de Burgos; en julio, concretamente el 13 repetía con Lorin Maazel, el 13 de agosto (parece que a la sra. le gustan los treces) nos quitaba a Frans Bruggen, al mes siguiente septiembre para ser concretos el 24 hacía suyo a Christopher Hogwood.
Hasta aquí, me he ocupado simplemente en citar a una minoritaria élite de la dirección orquestal, a esa de la que más se habla y escribe en los medios de comunicación social. Pero, ¿cuántos, menos afortunados con los medios habrán sido presa de ella en este 2014?. No tengo respuesta pero supongo que muchos, ya que son mayoría los que por desgracia casi nunca están en los medios, al menos con presencia tan insistente como los ya citados y que podríamos considerar “divos” de su profesión.
Si, al universalmente sentido fallecimiento de estos mitos de la dirección, que nos dejaron en 2014, sumamos la mayoría de edad en la que se encuentran un largo rosario de famosos directores que en corto espacio de tiempo se verán incapacitados por razones obvias para ejercer su profesión, podríamos suponer cargados de lógica que este arte está en crisis; una crisis de la que a principios de los noventa y en su famoso libro: “El mito del maestro” se ocupaba Norman Lebrecht anotando aristas diferentes en su origen (sociales, de raza, económicas, etc.) además del envejecimiento por su clara evidencia.
Pero, esta crisis que señalaba Lebrecht, agudizada más aún en estos momentos como consecuencia del paso del tiempo, entiendo que se va resolviendo con paso lento pero firme. Si todos coincidimos en que los actuales intérpretes son los mejores preparados de la historia de la música ¿por qué excluir de esta aseveración a los nuevos directores de orquestas?. ¿No será que nos cuesta romper como asiduos admiradores nuestro apego a: Kleiber, Bernstein, Karajan, Abbado, etc., por citar un pequeño y aleatorio muestrario?. ¿No es posible conciliar nuestra admiración por los grandes mitos de la batuta con los jóvenes valores emergentes?.
Es lógico que siempre se ponga en valor la experiencia al abordar asuntos como este pero, ¿cómo acopiar experiencia sin oportunidades?. Es cierto que los actuales aspirantes a esta profesión, disponen de excelentes herramientas en las jóvenes orquestas así como en los buenos conservatorios pero, el aprendizaje producto de la tensión que se vive en una sala con espectadores y con una orquesta profesional delante, no son comparables y la estimulación que se recibe tampoco.
Me declaro optimista en la resolución de esta crisis en la batuta y por consiguiente creo que más pronto que tarde dispondremos de una larga nómina de jóvenes valores que sin olvidar a los viejos mitos, nos hagan disfrutar con las obras de siempre y las que puedan surgir de los compositores noveles; de hecho, ya hay muchos que estos resultados consiguen pero prefiero que sean otros los que los citen.
He creído oportuno iniciar esta reflexión sobre el futuro de la dirección orquestal utilizando como paradigma las palabras de un genio como Gustav Mahler en quien se dio la circunstancia de que en su primer contrato como director en época estival incluían también entre sus tareas la de sacar de paseo a los niños del gerente al parque municipal.
Aprender a dirigir, teniendo que hacer frente a esas servidumbres puede que no fuese un proceso gratificante pero en la época actual, ¿no existen otras servidumbres?. Para mí, sí, aunque de contenidos y procedencias diferentes a la sufrida por Mahler. Aprender de los errores y superar servidumbres, es la base del éxito si se tiene una fuerte vocación o mejor en palabras de Michael Jordan: “He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito.”
El presente texto fue escrito en otoño de 2014, revisado, veo en el mismo tanta vigencia en la actualidad que he decidido volver a publicarlo.
José Manuel Macias Romero
Verano 2019.