
«Si me viera amenazado de ver quemar mi obra entera salvo una partitura, pediría el perdón para la Misa de difuntos»
(HECTOR BERLIOZ)
No dudó BERLIOZ en calificar su Requiem como su obra favorita a pesar de su amplia producción musical. Este Requiem que a él le gustaba llamar Gran Misa de Muertos, no fue en absoluto una cuestión de fe, su autor no era creyente. Importan en el mundo del arte las creencias? Pienso que muy relativamente porque al artista lo que le interesa es la pura esencia del ARTE.
En 1837 el gobierno francés le encargó la obra, hecho que provocó una de las muchas discusiones entre Berlioz y Cherubini, este último pretendía que alguna de sus misas se usara para la ceremonia del gobierno. Se le prometió a Berlioz como asignación por el Requiem 3.000 francos que luego se negaron a pagarle y temiendo un escándalo decidieron entregarle por fin un cheque.
La amplitud del espacio, lugar del estreno de la obra, permitió a Berlioz despacharse a gusto con la plantilla instrumental y el coro a saber: 108 cuerdas, 4 flautas, 2 oboes, 2 cornos, 4 clarinetes, 12 trompas, 8 fagotes, 4 grupos de metales y una amplia percusión; un coro formado por 210 personas y un tenor solista.
En su Requiem, predomina la expresión de sentimientos extremos. Su Tuba mirum provoca una conmoción sensorial tratando de reflejar con el mayor realismo posible el fin del mundo y el Juicio Final.
Ponía especial énfasis en los cambios continuos emocionales de su Requiem buscando en el público sentimientos encontrados y contradictorios.
Si, después de esta breve reseña te muerde la curiosidad por conocer la obra, en YouTube tienes, a mi juicio, una buena versión que Gustavo Dudamel interpretó como recuerdo al maestro Claudio Abbado.
Anímate que no te dejará indiferente!
Primavera 2024