TEATRALIDAD Y DIRECCIÓN DE ORQUESTA

«El arte de dirigir es saber cuando no se debe molestar a la orquesta»

(Herbert von Karajan)

 

Parece ser que el Teatro es tan antiguo como el tiempo. Ya los primeros hombres llamados «primitivos» dejaron evidencias claras de su uso. Posteriormente, en la cuna de la civilización, ATENAS, y en los siglos V y VI a. de C., se comenzó a darle el rigor artístico que posteriormente sería enriquecido por las diferentes culturas del mundo para llegar a lo que hoy conocemos y lo que nos queda por conocer.

La colaboración y enriquecimiento de disciplinas artísticas diferentes cuando confluyen tampoco es nada nuevo y así lo veo personalmente entre el Teatro y la Música (en este caso concreto la Dirección de Orquesta).

Músicos tan significados como: H. Scherchen, W. Furtwängler, L. Bernstein, H. von Karajan, D. Barenboim, por citar algunos, han hablado y dejado testimonios escritos sobre lo que para ellos es fundamental a la hora de enfrentarse a la Dirección de Orquesta.

Diversas son las cualidades que según ellos deben arropar a quienes tienen el valor de tomar en su mano una batuta para enfrentarse a una orquesta en ocasiones de más de cien músicos.

Pero, ninguno de los citados se acuerda de la teatralidad, que a mi juicio debe acompañar a un Director en sus interpretaciones públicas.

Y, personalmente, siendo un modesto melómano que me acerqué hace bastante tiempo a la música formando parte de un coro, creo firmemente que cierta dosis de teatro es indispensable para los directores que deseen alcanzar notoria excelencia.

Indispensable por doble motivo siempre a mi juicio: porque la teatralidad en el contexto que la entiendo, hace más asequible al público receptor el mensaje que se quiere transmitir y porque para los profesionales que tienen delante en los atriles, igualmente la teatralidad contribuye a vehicular mejor las pretensiones del director sobre la obra en cuestión que se interpreta.

Esta teatralidad encuentra su fundamento en lo gestual, su arma más poderosa ya que los gestos los considero como los cimientos del Teatro.

Y, claro está que, jamás confundiré una teatralidad como la entiendo, con el a veces atletismo vacuo que suelo observar lamentablemente en algunas salas y podios.

Finalizo, a mi juicio califico como positivo el consejo que el Maestro Karajan aporta a la Dirección y con el que inicié el asunto que hoy me ocupó.

Aquí tenemos a mi admirado Bernstein (Leny)  quien jamás se cortaba en emplear recursos teatrales en sus interpretaciones hasta el punto que en ocasiones se dejaba arrastrar por la emoción y se permitía unos leves bailes.

Brutalmente cálido verano del 2023.

 

 

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