
Se sabe, que la corta vida del compositor (51 años) fue un auténtico «valle de lágrimas»: numerosas muertes en su entorno familiar, múltiples ataques por su condición judía, críticas musicales llenas de ofensas hacia su persona como músico y ser humano, y como guinda para este ingrato pastel, su esposa ALMA comienza relaciones sentimentales con el arquitecto Gropius que hasta comete la osadía de por escrito dirigido al compositor pedirle la mano de su esposa.
Por si poco fuera, en 1907 le esperan los siguientes sinsabores:
Ruptura con la Ópera de Viena después de 10 años de excelente crecimiento artístico; firma de nuevo contrato con la Metropolitan Öpera de Nueva York; fallecimiento en el verano de su hija Maria Anna de 5 años de edad por causa de difteria; paralelo a la muerte de su hija le diagnosticaron una grave enfermedad cardíaca que causa la ruptura de sus hábitos de vida saludable con la naturaleza; en octubre dirige su última función en Viena (Fidelio de Beethoven); en diciembre llega a Nueva York y comienza con la representación de Tristan e Isolda su nueva etapa artística.
A pesar de este rosario de males, capaz de derrumbar para siempre la vida de cualquier ser humano, persiste en su pasión por la composición musical y comienza los esbozos de La Canción de la Tierra que concluirá en 1908.
Sus propias palabras dan fe de esta gran crisis en la carta que le envió a su discípulo y amigo Bruno Walter:
«He pasado por tantas experiencias durante los últimos años que apenas puedo hablar de ellas. ¿Cómo describir una crisis tan colosal? Sin embargo, estoy más sediento que nunca de por vida y encuentro el hábito de vivir más dulce que nunca.
Siempre, siempre, la superación en su vida y es que con Mahler se cumple aquella frase de Vicent van Gogh que dice:
«El Arte es para consolar a aquellos que están rotos por la vida.»
Una anécdota y termino:
Le preguntaron siendo pequeño: ¿qué serás de mayor? y contesto Gustav: MÁRTIR!
Pregunto: ¿Acertó como era su costumbre?
Otoño 2023.