“La Música proporciona la posibilidad, por un lado, de escapar de la vida y, por el otro, de comprenderla mucho mejor que a través de muchas otras disciplinas. La Música dice: Perdonen. Esto es la vida humana.”

[Daniel Barenboim]
Para muchos, entre los que me encuentro, Vida y Música son como almas gemelas, lo que sucede a una inmediatamente tiene lugar en la otra y por este motivo mi personal atrevimiento del presente título y que a continuación doy coherencia con la siguiente anécdota protagonizada por Richard Wagner:
“En Londres, el crítico musical de The Times censuró a Wagner con dureza por dirigir la sinfonía 3 Heroica de Beethoven sin partitura en su atril (de memoria).
En el siguiente concierto, Wagner salió al escenario con una partitura en la mano y se ganó el respeto de los críticos, hasta que descubrieron que era la partitura del Barbero de Sevilla de Rossini que no estaba en el programa del concierto.
Y es que, en esa época (finales del siglo XIX) se veía muy mal dirigir o interpretar sin partituras.”
No es hasta mediados del siglo XX cuando comenzó a ponerse de moda el dirigir sin la partitura y concretamente fue Karajan uno de los primeros impulsores de este tipo de director.
El milanés Claudio Abbado hasta su fallecimiento (20/1/2014) tenía la sólida costumbre de dirigir sin papeles “todo de memoria” aunque se tratase de obras de 100 minutos de duración y llegó a ganarse entre los críticos el título de “ el de la memoria prodigiosa”
En la actualidad hay algunos jóvenes que prefieren memorizar las obras para interpretarlas pero la mayoría lo hace con la partitura delante en su atril.
Invierno 2014