«El artista es la mano que, mediante una tecla determinada, hace vibrar el alma humana.»
(Wassily Kandisky)
El Washington Post, contando como aliado en la ocasión con el famoso violinista estadounidense JOSHUA BELL, llevó a cabo un experimento relacionado con el enunciado del presente post.
Tres días antes de la prueba-experimental, el laureado violinista BELL, había comparecido en el Boston Symphony Hall y a pesar de los altísimos precios de las entradas (100 dólares las más baratas), se registró un lleno absoluto.
El día señalado, aparece en L´Enfant Place el virtuoso violinista con ropaje informal: vaqueros, camiseta de manga larga y gorra; coloca la funda de su instrumento en el suelo (imitación de músico callejero) y comienza a interpretar la chacona de una partita de Bach, el Ave María de Schubert así como otras composiciones populares.
Tocó durante 43 minutos, se contabilizó el pase por el lugar de 1097 personas, se detuvieron a escucharle 7, contribuyeron con monedas 27 recaudando en total 32 dólares y 17 céntimos; sólo una señora mayor le reconoció y charló con el artista un ratito.
Después de esto, los expertos del rotativo concluyeron: hoy el arte se ha convertido en un producto cuyo valor intrínseco no es evidente y, por tanto, el valor que le asignamos depende del contexto en que esté y, de su precio.
Personalmente opino, que el dictamen del rotativo no puede generalizarse a todas las poblaciones ya que observo aspectos en el proceso que pudieron contaminar las conclusiones definitivas. Sí, es cierto, que para muchas personas el precio de la obra de arte puede sesgar su valor pero esto último no debe extrapolarse a la generalización.
Más bien, coincido con el pintor ruso Kandisky cuando manifiesta que el auténtico artista es el que consigue, con su obra, hacer vibrar el alma humana.
Me encantaría conocer vuestra opinión y sugerirles, como siempre, que en youtube tienen suficiente material audiovisual para conocer a este magnífico violinista.