¿Arte?, hasta para pedir!
Existen seres en este nuestro mundo, que dan la impresión de estar hechos por fibras de arte puro, podemos decir sin temor a exageración que casi todo, en la esencia de estos tipos, constituye una manifestación artística por lo brillantes que son.
Durante la Edad Media, la música en Occidente fue principalmente un asunto de la iglesia. El compositor de aquel entonces, solía ser un canónigo, o un vicario de éste, cuya máxima responsabilidad en este sentido era suministrar un marco sonoro apropiado a las celebraciones religiosas. Está claro pues, que el artista de la época dependía de la autoridad religiosa que era quien le pagaba: Papa, Arzobispo, Obispo, etc.
Con la llegada del Renacimiento, el horizonte laboral de los artistas se amplió mucho más; el ideal del hombre universal que promovían los instruidos príncipes de la época y el entorno artístico que financiaban incluía la composición musical, por vez primera en pie de igualdad con la literatura o la pintura.
En las primicias del Renacimiento surge una figura competitiva llamada Josquin des Prés, autor de casi un centenar de motetes, una veintena de misas completas, seis docenas de composiciones profanas, etc.
Josquin, trabajó para varias capillas de gran importancia en Italia y sus trabajos de composición siguen, en la actualidad, conservando un interés musical inusitado.
Pero, cuando entró al servicio del rey LUIS XII de Francia, éste le prometió un beneficio, es decir una renta fija para que el músico pudiera vivir en la corte. Pero el rey, aunque no tenía fama de cicatero, se olvidó de concedérselo y por consiguiente la situación económica de Josquin era cada vez más apurada.
Como no se atrevía a reclamar directamente al rey el prometido sueldo, se le ocurrió una estratagema:
En ocasión de una festividad, compuso un motete para la Capilla Real basándose sobre el texto de un pasaje del salmo 119 que dice: «Recuerda la palabra que diste a tu siervo.»
El rey, al que llamó la atención la belleza de la música, no dejó de captar también el texto y por tanto el mensaje que contenía y pocos días después concedió a Josquin el ansiado beneficio. Entonces, Josquin, correspondió escribiendo un nuevo motete sobre el texto:
«Tuviste bondad con tu siervo, ¡oh señor!.
Conclusión: reivindicar nuestros derechos puede ser objeto de arte pero se necesita… ARTE para ello.
Nota: Extracto del capítulo que en edición de papel fue publicado.
José Manuel Macias Romero
Verano 2017