Sigue ocurriendo pero es cierto que menos como consecuencia de una sociedad más curtida culturalmente y mucho más crítica, que un error, omisión, olvido etc., en cualquier acción, tienda con más o menos poder de generalización (según la autoridad o magisterio de quien lo cometa) a convertirse en algo válido, correcto y generalizable por la sociedad; llegando a transmitirse a generaciones pasando al final a formar parte de lo que pudiéramos llamar «verdades absolutas».
En la pequeña historia musical que hoy me ocupa, eso fue lo ocurrido:
Karl Böhm (1894-1981), fue un famosísimo director de orquesta austríaco que en 1921 opositaba en la ciudad alemana de Munich para conseguir un puesto como cuarto Kapellmeister -Maestro de Capilla-
El tribunal le ordenó que dirigiera algo de la ópera de C.M. von Weber, «El cazador furtivo» y para lo cual disponía de una hora de ensayo con la orquesta. El joven aspirante, se centró en el final del primer acto de la ópera citada. En un momento determinado de la partitura, tenían que sonar: dos clarinetes y dos oboes. Pues bien, llegados a ese instante sólo lo hicieron los dos oboes quedando en silencio los clarinetes.
Extrañado Böhm, detuvo el ensayo y con todo respeto se dirigió al primer clarinete diciendo: ¿qué ha pasado con los clarinetes?…
El solista, curtido en mil batallas y que además había tocado aquel pasaje innumerables veces, contestó al joven director: «nosotros no tenemos nada que tocar». Böhm replicó: «pues en mi partitura aparecen dos clarinetes» a lo que siguió el solista: «pues en la mía, no».
En la foto Karl Böhm.
Para salir del conflicto, el joven director tuvo la ocurrencia de llamar al conserje y pedirle que trajera la partitura oficial de trabajo del Teatro. Con la partitura oficial en la mano, pudo comprobarse que efectivamente aparecían los dos clarinetes. Aunque el curtido solista de clarinete no era culpable de nada, lo cierto es que en su particela, (antiquísima y manchada de aceite de cuando los atriles se iluminaban con lamparillas) no existían esos compases.
Durante decenios se había interpretado en Munich «El cazador furtivo» sin que nadie advirtiese (incluidos directores de música) que en aquel preciso pasaje, no sonaban los clarinetes que figuraban en la partitura.
A Böhm, desvelar aquel error le proporcionó una excelente ayuda para obtener su plaza que por cierto fue anunciada por el maestro Bruno Walter y los dos clarinetistas, asombrados, tomaron nota para enmendar lo que decía al principio: «un viejo error, omisión u olvido…»
Verano 2017.