Aunque faltaban 51 años para que naciera Mahler cuando Haydn murió en 1809 el anecdótico motivo de la unión que hoy comparto es prácticamente el mismo en ambos casos,
En su etapa londinense, Haydn compuso su sinfonía num. 94 titulada: «La sorpresa».
Se cuenta, que el nombre de la sinfonía viene de un súbito fortissimo que introdujo Haydn en su m movimiento lento que comienza con un tema en piano provocando el fortissimo casi un «susto» en la audiencia.
Parece ser que, la finalidad de este recurso dinámico era: «despertar y evitar los ronquidos que la audiencia aburguesada londinense emitía en la época en las salas de conciertos.»
Hasta aquí, lo que algunas historias cuentan de esta sinfonía compuesta por el considerado padre del clasicismo y ahora, la realidad que viví el 18 de octubre de 2010 en el Auditorio Nacional de Madrid en la presentación española de la Orquesta del Festival de Lucerna.
Alfonso Aijón, propietario en la fecha de Ibermúsica, consiguió dadas sus buenas relaciones con Abbado, la presentación de la Orquesta a la afición española y ésta respondió con un lleno absoluto a pesar de los altos precios de las entradas.
En el programa de la tarde-noche la 9ª de Mahler. Abbado, muy susceptible durante sus últimos años de vida, había decidido con el fin de elevar la tensión emocional del público con esta obra maestra jugar con las luces de la sala e incluso la de los atriles de los músicos al final del cuarto movimiento (ADAGIO) que para algunos viene a significar una despedida de la vida y en este sentido, durante los últimos 7 minutos de música, muy lentamente y en perfecto acorde con los sonidos las luces iban disminuyendo la intensidad hasta acabar en la obscuridad en el pianissimo acorde final.
Pero, con lo que no contábamos nadie de las casi 2.500 personas (incluidos intérpretes) allí concentrados, sucedió:
Un señor, ubicado en la 5ª fila del patio de butacas, cuando comenzó a bajar la luz y el sonido se hizo piano inició su particular concierto de «ronquidos» superando a la masa sonora que emitía la orquesta. Abbado, discreta y elegantemente giró su cabeza hacia la fuente origen de los ronquidos pero no obtuvo éxito en su intención, teniendo que acudir una acomodadora para requerir la atención del soñoliento y advertirle; no obstante al momento, este pertinaz roncador, volvió a las andadas teniendo que ser expulsado de la sala tras haber cometido un gran atentado a una colosal obra de música que discurría exitosamente hasta el ronquido inicial.
Os dejo el link de la sinfonía «La sorpresa» por si os apetece escuchar y comprobar su efecto:
La presente publicación coincide en fecha con el 7º aniversario del fallecimiento de Claudio, así le gustaba que le llamaran, víctima como todos los asistentes al concierto citado en la segunda parte del presente trabajo.
Invierno 2021