CASTRATI. EL CASO DE FARINELLI

«Mi querido niño (…) os diré con términos más insinuantes que debéis haceros pulir mediante una ligera operación, que os asegurará por mucho tiempo la delicadeza de vuestro cutis y la belleza de vuestra voz para toda la vida…»

(CHARLES DE SAINT-EVREMOND,  1685)

 

Pronto, comienza a sernos familiar la frase: «La vida, casi siempre se ceba con los más débiles, los pobres.» Si, analizamos un poquito esta historia, a esa misma conclusión llegaríamos porque si atendemos a la procedencia social de la mayoría de los CASTRATI, como tónica general, casi todos eran de orígenes muy humildes; cuyas familias se aferraban, como modo de solucionar sus graves problemas económicos, a este tipo de vejaciones humanas que dicho sea de paso, en raras ocasiones, salían bien paradas puesto que no todos reunían condiciones para abordar una carrera musical que contribuyera al sostén de la familia. Excepcionalmente Caffarelli, se dice que tomó personalmente su decisión de ser castrado resultando además ser un célebre personaje que pudo ganarse la vida con notable éxito.

 

La Iglesia Católica, tuvo una desafortunada presencia en todo este asunto. Hubo un momento tras la prohibición del Papa Pablo IV de que las mujeres cantaran en San Pedro (curiosa interpretación de las palabras de San Pablo según quien: «las mujeres deben mantener silencio en la Iglesia») en que de forma tan aparentemente inocua, se daba por parte de la Iglesia vía libre al fenómeno CASTRATI. La necedad de la Iglesia llegó más lejos, puesto que por otra parte negaba lo que ella misma alentaba, al impedir por ejemplo: que los castrados fueran enterrados en lugares sagrados y que obtuvieran el sacramento del matrimonio. Debemos al Papa Clemente VIII (1536-1605) la autorización para la castración sólo «ad Gloriam Dei» (por la gloria de Dios) y a León XIII en 1902 la prohibición de que entraran más castrados en su coro; de este modo, la Iglesia con su poder ideológico, acababa con esta corriente cultural-musical que dejó como último testigo famoso a Alejandro Moreschi, quien en 1913 se jubila como director del Coro del Vaticano del que tiempo atrás había sido famoso solista y del que queda una grabación realizada en 1902 como prueba fehaciente de esta época musical (esta grabación se encuentra en youtube).

La sociedad civil, a finales del siglo XVIII hizo evidente su protesta contra la práctica de la castración (Voltaire, Rousseau la condenaron) Napoleón estableció la pena de muerte para el que la practicara.

Introducidos históricamente en el tema, procede me ocupe del más famoso de ellos: CARLO BROSCHI (FARINELLI) -1705/1782-

Nacido en Andria (Nápoles) se educó con el maestro Porpora quien supo sacarle todas sus excelente cualidades. Dotado de simpatía, cultura y distinción gozó de la protección de reyes, emperadores y el mismo Papa. Isabel de Farnesio (la parmesana) esposa de Felipe V, se lo trajo a la corte con el fin de reparar mediante su voz las depresiones de su marido. Después de más de veinte años en España marchó a Bologna (Italia) donde murió a los 77 años; en la que fuera su casa instalaron una refinería y no se sabe nada de su tumba. La extensión de su registro vocal superaba las tres octavas y se dice que pudo ser el precursor de la llamada «respiración circular» (técnica usada en la voz e instrumentos de viento).

No hay duda de que marcó época con su voz como ocurriera más tarde con Pavarotti, Plácido y Carreras.

Finalizo haciéndome la pregunta: ¿era necesario tanto sufrimiento humano bien para contentar los caprichos de una Iglesia desorientada o de una estética artística de nueva implantación?. Para mí, no, por estar en juego la dignidad humana de personas que carecían de la capacidad de tomar su propias decisiones, sus edades (7 a 12 años) se lo impedían.

Concluyo a modo de reflexión con la voz de Patrick Barbier: «Al bajar su cuchillo el docto cirujano o el simple barbero del pueblo, tenían conciencia de estar decidiendo irrevocablemente la gloria o la vergüenza de un hombre?.

Nota: El presente trabajo es un extracto de uno de los capítulos de mi primer libro en edición de papel.

José Manuel Macias Romero

Verano 2017

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