El personaje del que me ocupo hoy, Haendel (1685-1759) es más que conocido mundialmente. Hay alguien que no haya iniciado alguna vez el canturreo de su famosísimo Aleluya de su gran oratorio El Mesias? O, alguien que no haya escuchado sus compases de su música acuática?
Pero, Haendel fue más que un excelente compositor de oratorios, óperas barrocas, etc., que siguen ofreciéndose en salas de conciertos y teatros con notable éxito. El dominaba con una excelencia arrolladora varios instrumentos de teclado, destacando sobre manera en el órgano a cuyo efecto os narro la siguiente anécdota:
«»En una ocasión ,Haendel, asistía al oficio religioso en una iglesia rural. Cuando se acercaba el fin de la ceremonia, le rogó al párroco que le dejara tocar el órgano mientras los fieles salían del templo, a lo que éste, naturalmente, accedió gustoso. Pero lo feligreses, al escuchar a un organista tan excepcional, en lugar de abandonar el templo, se volvieron a instalar en sus asientos, con gran desesperación del párroco, que al parecer tenía la comida esperándole en casa.
Finalmente, el hombre no se pudo contener y dirigiéndose a Haendel le dijo que no podía tocar más porque si seguía nadie saldría jamás de la iglesia.»»
Acredita o no, esta verídica historia su fama como organista?
Otoño 2017.