La nana o canción de cuna, es una breve composición musical de ritmo suave y relajante para arrullar a un bebé con el fin de facilitarle el sueño. Creo no exagerar si digo que la nana es tan antigua como lo es la humanidad y en lo que tampoco tengo duda es en su carácter de universal. Pueden cambiar las entonaciones melódicas y sus letras pero su uso y su finalidad es y ha sido la misma en Europa que en Asia por citar un ejemplo.
Como es obvio, no puedo acordarme de haber sido benefactor de tan sedante composición musical con una enorme carga de improvisación, pero si he sido testigo directo muchas veces de su gran influencia sobre los humanos. Este bendito canto, que durante muchos años ha obrado milagros en pos de la relajación humana y la conciliación del sueño al compaginar: voz, canto y contacto humano, hace años que entró en decadencia como consecuencia de un modelo social nuevo en el que priman otros valores.
Así, las nanas de toda la vida, cantadas por padres o abuelos habilidosos, han sido sustituidas en esta ajetreada sociedad por productos de la industria farmacéutica o por productos de la industria del juguete que ensamblando música y luces intentan hacer sus funciones faltando siempre el calor humano que concede el contacto con el ser querido.
Se me podrá tildar de exagerado pero me parece que vamos a pagar caro en orden afectivo, el abandono de esta rica práctica musical en nuestras vidas.
Como práctica musical, puede que la nana esté en horas bajas en muchas sociedades pero también hay quienes se encargan de rescatarlas de este olvido para otorgarle su merecido reconocimiento y en esta tarea, Don Enrique Rueda, merece como podéis comprobar en el Adagio de este concierto para violonchelo y orquesta un lugar altamente destacado.
Otoño 2017.
Muchas gracias por vuestras palabras. Un abrazo. Enrique Rueda
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