Una energía aparentemente ilimitada, una fortaleza de espíritu desbordante y una brutal religiosidad, constituyen para mí rasgos esenciales de la personalidad de JUAN SEBASTIÁN BACH.
«En Lübeck, (norte de Alemania) ejercía Dietrich Buxtehude, el más insigne compositor e intérprete de órgano nacido en la Europa del Norte. Bach, solicitando su permiso laboral correspondiente, emprende una peregrinación a pié desde Arnstadt a Lübeck (aproximadamente 400 kilómetros) con el fin de conocer al maestro, oírle interpretar sus propias piezas y ver el famoso órgano de la iglesia de Santa María de Lübeck; su estancia en la ciudad se prolongó más de la cuenta dado el ambiente musical tan idóneo; cuando volvió, lógicamente, se ganó una buena reprimenda de la autoridad que le tenía contratado.»
La presente anécdota además de cierta e histórica, es congruente con los rasgos personales que describo al principio?.
De su monumental obra compositiva, hoy me detengo en sus conciertos de Brandemburgo que Bach dedicó al marqués de la ciudad alemana como signo de agradecimiento. Estos seis conciertos, son monumentos al virtuosismo de los intérpretes pero por encima de todo acreditan la suma excelencia de la composición una forma de componer que aunque estuvo algunos años en letargo, hoy sigue presente como en sus mejores tiempos.
Para disfrutar del post, os dejo con esta versión del concierto num. 2 que dirige Claudio Abbado e interpretan solistas de la Orquesta Mozart de Bolonia y que tuve el placer de asistir a su grabación en directo.
Otoño 2017.
Desde el rincón de Farkas 