Marzo 2016 me llevó a Las Palmas de Gran Canaria, objetivo además de turístico, presenciar los conciertos que con motivo del Festival Bach tenían lugar en la ciudad.
Casi todos los conciertos se celebraban en el extraordinario y bello Auditorio «Alfredo Kraus» cuyo fondo de escenario como saben es el Océano Atlántico.
Tuve la oportunidad de conocer en profundidad todas las buenas prestaciones del Auditorio diseñadas para que, artistas y público, se sientan lo más cómodos posibles y cierto es que el conjunto está muy logrado.
Pude también conectar con conocidos músicos de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, me llevaron a escasísimos metros del Auditorio para mostrarme un local que perfectamente podía ser un almacén de objetos y sin embargo se trataba del lugar en el que la Orquesta realiza sus ensayos. Este local ausente a la confortabilidad y lo que es más grave, sin condiciones acústicas para ese fin es el escenario habitual para el trabajo de la institución. Los conciertos de temporada, se dan en la Sala Grande del Auditorio (esa que desde 2014 se llama Jerónimo Saavedra en reconocimiento a la labor cultural-musical del político).
(En la foto escenario, al fondo el Océano, Auditorio Alfredo Klaus)
Como aficionado a la música, nunca podré entender esta normativa de Las Palmas que obliga al ensayo en un local y el concierto público en otro. Pero, lo peor es que esta lamentable norma, según descubro, es el pan nuestro de cada día en casi todos los auditorios españoles. A cualquiera, ausente a estos asuntos, le parecerá una norma sin sentido que no contribuye a la excelencia y que fomenta un mal ambiente de trabajo.
(En la foto, el Director Lucas Macías, ensaya a la OSRM -Murcia- en una sala que en absoluto tiene que ver con la que acogerá el concierto público.)
Parece como si la clase política (que dirige estas infraestructuras) estuviese más preocupada del «envase» que del «contenido»; se construyen auditorios con fines de ostentación pero alejados de su finalidad para las instituciones a las que sirven y albergan.
En defensa de los profesionales de la música, les diría a los gestores de estos centros:
«déjense de ostentaciones y vanidades llevadas a cabo con el dinero de todos y permitan que las instituciones musicales (orquestas) que en ellos residen, hagan su trabajo con la mejor dignidad posible conforme a sus objetivos.»
Si, nos creemos que debemos mejorar nuestros niveles culturales y de ocio, comencemos por darle justa utilidad a las infraestructuras que fomentamos con el dinero de todos.
José Mel. Macias Romero
Invierno 2018.