La utilización de la música para paliar enfermedades físicas o mentales, es tan vieja como la humanidad. No obstante, algunos presuntuosos se empeñan en hacernos ver que esto es un fenómeno totalmente nuevo.
Hoy, turbio día de verano pero muy fresquito, quiero referirme a una historia musical que circula hace muchos años y que sigue sin saberse, si fue cierta o no, a pesar del empeño de los investigadores musicales.
En 1741, se cuenta que en Leipzig siendo Cantor de la Iglesia de Santo Thomas Johann Sebastian Bach, se edita su obra llamada Variaciones Goldberg.
Y, se dice, que dicha obra fue un encargo del conde residente en Dresde: Hermann Carl von Keyserlingk quien sentía gran aprecio por un estudiante de clavicordio apellidado Goldberg.
Pretendía el conde que su apreciado estudiante con el fin de combatir el gran insomnio que padecía, le tocara todas las noches una pieza que se prestara a tal fin; y por ello encargó a Bach (que dicho sea de paso casi siempre estaba cortito de dinero) esta magnífica obra basada en 32 variaciones sobre un tema de aria.
Fue tan certero este botiquín musical para el conde que recompensó al compositor con una gran suma de luises de oro.
Hace tiempo, se me ocurrió probar sus efectos durmientes y me compré la versión de esta magnifica obra que interpreta el polémico pianista Glenn Gould y… créanme que funcionó así que, cuando por cambios de estaciones, se desequilibra el reloj biológico que todos llevamos dentro, acudo a mi teléfono y auriculares y me pongo al padre de la música Bach interpretado por Glenn con sus variaciones. Así, la llegada del plácido sueño la tengo garantizada y, lo mejor, sin efectos secundarios para la salud.
La partitura que exhibe Bach en el presente retrato, contiene una de las 32 variaciones llamadas Goldberg.
José Manuel Macias Romero
Verano 2018.