«Una enseñanza musical con sensibilidad, saca a la luz uno de los atributos más valiosos de este arte, que es el cultivo y la educación de la emoción.» (Philip Ball)
Joshua Bell, gran figura actual del violín al que tuve la suerte de ver hace años con la Filarmónica de Berlín en la Philharmonie, nacido en Indiana el 9 diciembre de 1967, tuvo un detalle con el Washington Post: servir de modelo para desarrollar un importante experimento musical que pretendía demostrar que: la belleza artística en un contexto y momento inapropiado puede pasar desapercibida y por consiguiente no ser apreciada.
(En la foto Joshua Bell con su Stradivarius de 1713)
Tres días antes de llevarse a cabo el experimento, Joshua Bell llenó de espectadores el Boston Symphony Hall, pagándose de precio medio por localidad, la cantidad de 100 dólares.
El experimento tuvo lugar en L’ Enfant Plaza de Boston, Bell provisto de un atuendo normal: vaqueros y camisa, tomó su Stradivarius y se puso a tocar en la plaza obras de Bach y Schubert entre otros. Durante los 43 minutos que duró el concierto callejero de Bell, pasaron por el lugar 1097 personas, tan sólo 7 personas se pararon a escucharle y 27 decidieron contribuir y recaudó 32 dólares y 17 céntimos.
Con estos datos, el periódico concluyó: «el valor que asignamos al arte depende del contexto en que esté y, por qué no, de su precio.»
Aprovecho la ocasión para preguntarte: ¿debe ser gratuito el arte?
José Manuel Macias Romero
Verano 2018