«Nadie siente el dolor de otro, nadie entiende la alegría de otro.»
(Franz Peter Schubert)
Días atrás, con notable bombo mediático, la prensa se hacía eco de que en Londres la firma HUAWEI presentaba los movimientos que le faltan a la INCOMPLETA de SCHUBERT.
Que dicho trabajo compositivo se había llevado a cabo mediante un móvil y sus correspondientes algoritmos.
Considerada como «La apoteosis del amor», escrita en 1822 es por excelencia la obra póstuma del compositor que fue estrenada en 1865 (35 años después de su muerte).
En el excelente libro de Johannes Franze: (Obras maestras de la música alemana) se dice:
«Unos han dicho que a Schubert le faltó la inspiración necesaria para los dos últimos movimientos (Scherzo y Final) y otros creen poder afirmar que Schubert mismo consideró esta obra concluida.»
Si Schubert, a pesar de lo tacaña que fue la vida con él, (vivió 31 años) y tuvo desde 1822 hasta que murió 6 años para acabarla y no lo hizo, no pudo ser que considerara que lo había hecho tan bien en los dos movimientos primeros que difícilmente igualaría lo ya compuesto y por ello renunció a terminarla?
Si, como dice Schubert en la frase que abre esta reflexión musical, nadie siente y entiende las emociones de los otros, ¿cómo una máquina por muy perfecta que sea con todos sus algoritmos incluidos va a terminar con éxito el trabajo de un gran artista de la música?
Ni lo acepto como viejo seguidor de Schubert ni lo aceptaré mientras viva, reconociendo que los algoritmos pueden contribuir a crear perfectamente otros tipos de música.
Os dejo con estos momentos de la Incompleta, en este caso más mérito aún por no existir el director de la orquesta.
José Manuel Macias Romero
Invierno 2019.