«El arte de dirigir consiste en saber cuando hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta.»
(Herbert von Karajan)
Con frecuencia, en redes sociales y en reseñas-críticas de conciertos de música clásica, leo cómo algunos profesionales llegan a ridiculizar a jóvenes talentos de la dirección orquestal por el mero hecho de tener una memoria privilegiada y correr un riesgo tremendo al no usar en el directo las correspondientes partituras de las obras que abordan.
Esto, que a muchos de vosotros puede resultar banal, me sorprende porque algunos de estos profesionales jamás les leí en algunos de sus excelentes trabajos que: Claudio Abbado, Simon Rattle, Daniel Barenboim, etc., hicieran en los conciertos verdaderos alardes de sus respectivas memorias.
Aprender memorísticamente hasta el punto de atreverse a salir ante cien músicos y dos mil personas a un escenario para dirigir una gran sinfonía, requiere un esfuerzo y una concentración que jamás podremos imaginarnos los que no pertenecemos al gremio. Los atrevidos que así han actuado y actúan, jamás piensan en sorprender a sus colegas músicos o al público asistente, tengo absoluta seguridad que lo hacen por dar a la música una dimensión diferente, vivirla y compartirla (con sus músicos y público) de manera más intensa, en definitiva hacer un trabajo único de la mayor excelencia posible.
Abundan ahora dentro de las nuevas generaciones de jóvenes directores los que prefieren no vivir pendientes de las notas escritas en el pentagrama y sí de las indicaciones y aprobaciones gestuales con que deben premiar a los ejecutantes que tienen delante. Que esto, sea públicamente objeto de ridiculización escrita me parece una falta de cortesía, más aún cuando a un joven triunfador como Dudamel, nadie se atreve a ridiculizarlo por este mismo motivo.
Y, esta corriente crítica hacia los que dirigen sin partituras va más allá de la prensa especializada prueba de ello la anécdota que viví en una corta estancia en Valladolid, Auditorio Miguel Delibes:
«En uno de los pasillos del excelente Auditorio, escuché como un Director solicitaba por favor al Regidor que retirara del podio su atril puesto que haría todo el concierto de memoria. El Regidor asintió pero marchando murmuró: este chico está loco, hacer este programa sin papeles.»
Supongo que el Regidor, al final, quedaría asombrado porque el concierto fue plenamente satisfactorio.
Os dejo con una instantánea de un gran amigo, además gran cultivador de su prodigiosa
memoria: Claudio Abbado.
José Manuel Macias Romero
Verano, 2019.